CANTIGA FINISTERRAE PARA MÚLTIPLES VOCES DE LUZ. Antón de Santiago (programa de mano)

Juan Durán

Ejemplo a seguir
Desde su estreno por la Joven Orquesta de la OSG y el propio coro de la Sinfónica el día 31 de octubre de 2001, bajo la dirección de Victor Pablo, quedó claro que estábamos ante una gran obra musical y poética, nacida en Galicia y con proyección ecuménica, porque muestra el aliento lírico y el sentimiento universal de un pueblo que se nutre de un manto verde de jugoso humus que, a través de sus mil ríos, desea la inmensidad del mar: «país das terras verdes que van morrer ao mar».
Cantiga Finisterrae para múltiples voces de luz, con texto de Miguel Anxo Fernán Vello y música de Juan Durán, sube ahora a los atriles de la OSG para refrendar su calidad. Ciertamente, Cantiga Finisterrae, como toda creación, por muy reciente que sea, tiene su historia. La cuento con testimonio de primera mano.
Verano de 1997. Guadalajara, capital del estado mexicano de Jalisco. Paseaba yo animadamente en compañía de la maestra Edith Contreras, cantante y catedrática de Canto de la Universidad Nacional Autónoma de México, y Eduardo Arámbula, director de uno de los más importantes grupos de música antigua del continente, Ars Antigua. De pronto, alguien me llama por mi nombre. Es el profesor Paz Gago, de la universidad coruñesa, que pasea a su vez con otros colegas asistentes a una reunión de la Asociación Iberoamericana de Semiótica. Gran cordialidad en una terraza, con música de mariachi al fondo. Paz Gago nos cuenta que preparan un magno acontecimiento a celebrar en 1999 en Galicia: la reunión de los semióticos iberoamericanos con dos temas seductores, a saber «el finisterre y el fin del milenio». Me propone que le organice la parte musical e invita expresamente a los artistas mexicanos que me acompañan para que representen a la parte americana.
Ante un evento de tanta categoría, pienso en la posibilidad de crear algo que, teniendo estrecha relación con la temática poético-literaria, quede para la posteridad. Una cantata profana que trate aquellos dos temas. La propuesta es bien recibida.


Pienso en un compositor joven que sepa manejar las voces: Juan Durán. No lo dudo. Cinco números: un primero sinfónico-coral, el segundo aria de voz femenina, tercero también sinfónico-coral, cuarto aria para voz masculina, y el último un número concertante. Necesariamente la plantilla orquestal y coral debe ser reducida por razones económicas. La idea cae en buen terreno y crece en el numen de Durán, que me pregunta si los medios no podrían ser mayores.
Hablo con la gerencia de la OSG. Enrique Rojas no sólo asume que la estrene nuestra orquesta, sino también como un encargo remunerado a los autores. Falta el texto. Desde la organización, que son los expertos, se lo encargan a Miguel Anxo Fernán Vello. El resultado es un luminoso poema de 96 versos alejandrinos, lleno de lirismo y esperanza, que impregna al músico como a Dánae la lluvia de oro de Zeus. El compositor ve con gran clarividencia como dividirlo en las cinco partes sugeridas.
En efecto, el primer número, comienza «País das terras verdes que van morrer ao mar/unha cantiga nova estremece no vento/o laberinto puro de todos os confins [...] até esta luz que invade o corazón da luz [...] toda a luz entrando en nós». Musicalmente, en la tonalidad de mi bemol mayor, se inicia con una célula evocadora, mib-sib-fa, en las trompas, que aparecerá variadamente a lo largo de la obra, y que en seguida glosa el resto de la orquesta para, en el compás 34, tras un cambio de tempo e indicación sotto vocce, iniciarse el canto por los contraltos y los bajos.
El orgánico orquestal abarca dos flautas, dos oboes, dos clarinetes en si bemol, dos fagotes, cuatro trompas en fa, dos trompetas en do, tres trombones, una tuba, timbales, gran caja, caja, dos pandeiros, platos, plato suspendido, crótalos, campanas, triángulo, xilófono, tam-tam, Arpa, violines primeros y segundos, violas, violonchelos y contrabajos, además, naturalmente, de dos voces solistas, soprano y barítono, y gran coro.
El segundo número, en fa mayor, en el que las trompetas presentan el citado leitmotiv, es para la voz femenina, en tesitura de resonancias líricas y matricias, en el que se enuncia un «país das terras verdes, enraizado fervor dun enigma no tempo... cando a luz é outra luz e a primavera avanza».
El tercero, número central, eleva la acción de la luz «contra a sombra que paira na nosa negra sombra» y es «perfecto desexo desta cantiga nova». Está encomendado al coro, voz colectiva de pueblo que busca redención en luz fecunda y solidaria. En tonalidad de do menor se organiza en un 6/8 de rapidísimo despliegue rítmico que está en el cerne de la más telúrica de las danzas gallegas: la pandeirada. El armónico vocal se enriquece puntualmente con divisis de las voces graves masculinas y femeninas, y el canto, subrayado dramáticamente por la orquesta, tiene una urgencia verbal de reivindicación y esperanza. Agotado el texto, en el compás 260, Durán retoma la frase «esta luz como febre amordazando a néboa» y lo lleva en estilo fugado, iniciado por los bajos con la misma célula motívica de la luz oceánica, que se estira en tres figuras blancas, hasta concluir en un fortísimo afirmativo, que aún ha de glosar la orquesta en 21 compases más.
El canto cuarto está confiado a la voz masculina central, la del barítono, y se sitúa «no límite increado do mundo... imantados a un himno de poderosa urdime». Se inicia, en mi menor, y se desarrolla bajo elevada atmósfera que llevan las flautas en arpegios de semicorchea, contrapunteado en corcheas por el clarinete, y un acorde de mi-fa sostenido-si de los violines primeros en sordina, todo ello en zona aguda y pianísimo. Modula a mi bemol mayor para la estrofa que comienza «o mar e a multitude da súa alta harmonía... as terras que proclaman o dominio da luz». Retoma el mi menor para «cando vibra no corpo a emoción demorada». Con la «duración do incendio debuxado no sangue» vuelve al mi bemol mayor y, en la anacrusa del compás 61 retoma la terceta que concluye «as terras que proclaman o dominio da luz» y progresivamente lleva la palabra «luz» a una brillantísima, para la voz del barítono, nota sol en fortísimo.
Canto definitivamente optimista el quinto y último, otorgado a todos, orquesta coro y solistas, en el que la luz «é un milagre que regresa do mar... para borrar a morte e regresar entrando... contra as sombras pasadas, contra as fendas escuras/ a alta luz construída sobre as terras amadas/a alta luz incesante sobre as patrias futuras».
Una recomendación: déjense llevar en la escucha y lean con atención el poema.