Juan Duran, autor de una muy amplia obra en todos los géneros, es un artífice en el manejo de la voz humana, que ha sido y es protagonista de numerosas partituras de su cosecha. Conoce sus resortes, sus secretos más recónditos, sus limitaciones y sus propiedades, de ahí que la emplee con cuidado y cariño, con delicadeza y, al tiempo, con una gran flexibilidad cara a la consecución de la más directa y, en ocasiones, apasionada expresividad. Y buen ejemplo de todo ello es este ramillete de canciones –auténticos lieder, si queremos reconocer la intensidad lírica que poseen- en las que no se sabe qué admirar más, si la esbeltez de la línea, el tratamiento del instrumento, la precisa acentuación o el servicio a un poema. Todos los seleccionados para este disco tienen una intrínseca musicalidad, reforzada de manera muy bella por los tan exquisitos y bien destilados pentagramas.
Durán, en tiempos en los que las aguas de las vanguardias se hanm remansado, trabaja con armadura de clave y con consonancias, exhibe una muy inspirada línea melódica y se manifiesta sutilmente en un didáctico servicio a la voz humana, la de una mezzosoprano en este caso. Ya desde el principio, en esa Antígona sobre texto de Julia Uceda, nos instala en un apasionado discurrir alimentado por sorprendentes y climáticos acordes salvajes e impetuosos tutta forza, decididos, terminantes hasta una primera culminación en un Si bemol agudo. La fiereza llega a su cénit en el Agitato più mosso. Los enfebrecidos contratiempos ponen fin a la dramática narración.
De muy distinto carácter es Engrandecí con lágrimas sobre poema de Alfonsa de la Torre, en un meditativo 9/8 que otorga al discurso un curioso aire de vals triste en Si menor. La anotación Mesto favorece la atmósfera nostálgica que conoce un momento de moderada excitación en el 6/8 con anima.
Continuamos con Versos a la tristeza de Buenos Aires, que ilustra poema de Alfonsina Storni. Sobre un reflexivo 2/2 discurre el acuático dibujo del tanteador piano, que se expande en giros propios de un tango –como corresponde- y que se extasía en la repetición de la melodía. Una rápida escala descendente pone la rúbrica.
Abordamos ahora el muy hermoso tríptico sobre versos de Rosalía. La primera pieza, Cada noite eu chorando pensaba, marcada Maestoso y triste, acogida al metro de 2/4 y libre en su exposición, con recomendación Ad libitum en Hastr’ ô leito, con frases tan bellas como la que dice Vin á noite que nunca s’acaba. Tecín soya á miña tea, en 6/8 y otros metros, aparece anotada lento e mesto, lo que se traduce en una música tranquila y andariega. Con el cambio a 9/8 se adopta un aire curiosamente dancístico, que no disimula un cierto tono meditativo y nostálgico. Expresiva y magistral la falta de resolución de la frase El a non me pousará, con cierre en alto. Poco antes escuchamos una dramática llamada: Anduriña, ven e dime en ond’está. El tríptico concluye con Lúa descolorida, Andante comodo en 3/4, que transcurre sobre delicados arpegios despaciosa y espejeante y que repite un tema básico de cuatro notas. La acotación perdendosi es muy indicativa.
Baxei o teu amor descansa sobre poema de Marica Campo en 6/8. El Mi bemol mayor impele a las procelosas y apasionadas semicorcheas en libre descenso. Melodía bien trabada y permanentes cambios de compás. Tras el intermedio la voz ha de atender la indicación Meno mosso, teneramente. Canción introvertida, nostálgica, que concluye con la frase inicial.
El CD se cierra con un nuevo tríptico, este sobre poemas de Gabriela Mistral. El primero es Vergüenza, una suerte de bolero en 6/8, de trazo urgente. El meno mosso da paso a un momento de reflexión y de ocasionales
remansos, aunque el cierre es terminante. Muy diferente es Ausencia, de escritura tendida y plana sobre la que la voz canta y recita mientras el piano lleva la melodía. La voz va poco a poco cobrando intensidad bajo las ondulaciones del teclado. Balada, anotada con anima en 4/4, presenta animados contratiempos y un muy imaginativo acompañamiento. Nos sorprende y atrae un sandunguero solo pianístico. La voz da el cerrojazo con un Sol agudo mantenido. El aire hasta cierto punto danzable disimula el carácter de balada.
Como se podrá comprobar el disco cuenta con dos intérpretes de talla, vigueses por más señas, que sirven con propiedad y fantasía los pentagramas de Durán: la mezzosoprano Nuria Lorenzo, de instrumento sonoro y pleno, dotado de un metal penetrante y de un vibrato restallante, que canta con fuego y lirismo de buena cepa, y el pianista, ya tan avezado en estas lides, Alejo Amoedo, fácil y creativo, aunque siempre al servicio de la voz solista.