Real Filharmonía de Galicia, Paul Daniel
Real Filharmonía de Galicia, Paul Daniel, Auditorio de Ferrol. 08/10/2021
SIPNOSIS
Personajes:
Primeros bailarines: HILDEGART, AURORA, ABEL.
Coro: monjas e Internas del manicomio, público en general
Duración: 30 minutos aprox.
Aurora Rodríguez Carballeira nació en Ferrol en 1879, en el seno de una familia liberal y progresista. Con 16 años, quedó al cuidado de su sobrino Pepito Arriola, a quien convirtió en un niño prodigio del piano. Poco después el niño fue reclamado por su madre separándolo de Aurora y llevado a Madrid, donde tuvo un enorme éxito como músico.
Esta experiencia en la educación de Arriola afianzó en Aurora sus ideas reformadoras y eugenésicas. Soltera, culta y adinerada, deseaba por encima de todo ser madre. Su vástago habría de acometer con éxito una singular hazaña: se erigiría como salvador de la humanidad. El fruto de su seno redimiría al sexo femenino, guiando a España a un nuevo orden social. Aurora, para desarrollar su premeditado plan buscó un padre que nunca pudiese reclamar el futuro bebé, un «colaborador fisiológico», como ella lo llamó. Encontró a un sacerdote dispuesto y estando ya segura del embarazo se trasladó a Madrid para darle a su hija la vida que ella le tenía preparada.
El destino le sonrió y la niña vino al mundo el 9 de diciembre de 1914. Le puso el nombre de ‘Hildegart’, en alemán ‘jardín de sabiduría’. Desde el primer momento, Aurora se dedicó a perfeccionar su criatura. La sometió a un régimen educativo intenso y severo. La pequeña Hildegart leía antes de los dos años y sabía mecanografiar antes de los cuatro. A los diez hablaba alemán, inglés y francés y a los once años ya impartía conferencias sobre sexualidad y feminismo. A los 14 años empezó a militar en el Partido Socialista, como su madre. Se licenció en Derecho antes de cumplir los 18 y escribía artículos desde los 14. Y aunque murió a los 19, le dio tiempo a escribir 15 libros sobre sexología, filosofía y política, y a relacionarse con el novelista H.G. Wells, con Ortega y Gasset, y con Gregorio Marañón, con quien trabajó en la Liga Mundial para la Reforma Sexual.
Feminista a ultranza, Hildegart mantuvo una posición muy avanzada en la época sobre conceptos tales como la educación sexual, el control de la natalidad, la esterilización y el divorcio. Aquella adolescente pronto se convierte en un referente a nivel europeo. Todos querían contactar con la eminente jovencita española que, desde su confesa inexperiencia sexual, acertaba a opinar sobre temas de tal envergadura tan sabiamente.
Pero la jovencita empieza a dejar de serlo y su madre empieza a percibirlo. Hildegart había sido educada para ser una mujer fuerte, libre y en consecuencia independiente, y un buen día tomó plena conciencia de ello, y decidió emanciparse. Parece ser, además, que Hildegart había despertado a la existencia del sexo opuesto, vetado por su madre. Sea como fuere, Aurora empezó a ver fantasmas por doquier y recluyó a la hija en la vivienda, temerosa de que el deterioro de la relación entre ambas desviase a Hildegart del recto camino para el que había sido concebida. He ahí la gran paradoja de alguien que creía en la independencia de la mujer y sin embargo no soportó que su propia hija se independizara de ella.
Sobre las ocho de la mañana del 26 de mayo de 1933, Aurorá envió a su criada a pasear a sus perros y una vez hubo ésta abandonado la vivienda, se dirigió al dormitorio de Hildegart donde yacía aún dormida y le disparó cuatro tiros a bocajarro, tres en la cabeza y uno en el corazón, que acabaron instantáneamente con su vida. A continuación, Aurora abandonó la vivienda y se entregó en el Juzgado de Guardia, confesando su crimen y declarándose culpable desde el primer momento. El cadáver de Hildegart fue expuesto en la sede del Partido Socialista. El crimen convulsionó a la opinión pública de la época y España se convertió en foco de atención de Europa.
Condenada a 30 años de reclusión mayor, Aurora acabaría sus días en el manicomio de Ciempozuelos con un diagnóstico de esquizofrenia paranoide. En sus salas consumiría sus días confeccionando muñecas de trapo de infantil apariencia. Allí sobreviría a la Guerra Civil y allí fallecería en 1956. Tenía 76 años.
‘Mi hija es mi obra’, dijo. Sus frases, en el juicio que se siguió contra ella, son legendarias: "Como el escultor descontento de su obra, hace pedazos el molde" y sus „mil veces volvería a hacerlo“. Loca o asesina, su obra la superó, y Hildegart, la pobre muñeca de carne que nunca recibió caricias, murió a manos de su madre, que no supo dejarla ir.
OBERTURA- ESCENA PRIMERA: CIEMPOZUELOS (Aurora y Coro)
Breve preludio sobre una marcha militar que evoca el estado de terror que vive Europa en general y España en particular en 1933, año de la muerte de Hildegart. Al levantarse el telón nos encontramos en una sala del manicomio de Ciempozuelos donde Aurora está recluida. Han pasado los años desde el asesinato de Hildegart. El ambiente cerrado y lúgubre del sanatorio, donde el único consuelo de Aurora es el muñeco de trapo que acuna entre sus manos. Hacia el final de esta escena aparecen las locas y las monjas guardianas. Aurora oye voces, risas de burla, ve sombras amenazadoras que la irritan y la molestan.
ESCENA SEGUNDA: JARDÍN DE LA SABIDURÍA (Hildegart)
En esta escena volvemos atrás, al año de la muerte de Hildegart. Con sus de 18 años, en la soledad de su cuarto sueña despierta, perdida, reflexionando sobre su destino, sus proyectos, ilusiones, sus ansias de libertad y los problemas con Aurora, su madre.
ESCENA TERCERA: ACLAMACIÓN DE HILDEGART(Coro)
Seguimos en Madrid en 1933. Hildegart es aclamada en los foros políticos e intelectuales como un referente para la liberación de la mujer. Siempre acompañada por su madre, Hildegart es una de las voces más progresistas del feminismo español. La crispación social y política española resulta ser un ambiente adecuado para la frenética actividad de Hildegart: escribe libros, dicta conferencias y es admirada por el público que la sigue.
ESCENA CUARTA: HILDEGART Y ABEL (Hildegart y Abel)
El despertar al primer amor de juventud junto a Abel, compañero de Hildegart en las reuniones del Partido Socialista. Una relación tan apasionada como clandestina. De repente, rumor de pasos. Aparece Aurora. Hildegart indica a Abel que se marche.
ESCENA QUINTA: MADRID 1933 (Coro)
Segunda República española. España y Europa viven tiempos turbulentos: el fascismo, la eugenesia, un momento confuso preso de filosofías radicales y futurismo visionario. En España se está fraguando la confrontación del 36. Y ese año, 1933, el año en que Hitler sube al poder en Alemania, que será el último año en la vida de Hildegart.
ESCENA SEXTA: MADRE E HIJA (Hildegart y Aurora)
Escena violenta entre la hija y la madre. El deterioro en la relación madre-hija se ha ido haciendo cada vez más profundo. Aurora desconfía de todo y de todos. Las sospechas e intrigas de Aurora crecen paralelamente a la fama y prestigio de Hildegart. La separación es inminente. Aurora comienza a mezclar la ficción con la realidad, y ve que todo a su alrededor se confabula contra ellas. Aurora ha comprado un revólver para proteger a su hija de todos aquellos que quisieran llevársela.
ESCENA SÉPTIMA: ASESINATO DE HILDEGART (Hildegart y Aurora)
Hildegart en su cuarto. Sus ensoñaciones y miedos. Finalmente se echa a dormir. Al cabo de un rato, Aurora aparece con un revólver en la mano. Dispara cuatro tiros sobre el cuerpo de su hija dormida. Aurora dirá en el juicio que “el escultor, tras descubrir la más mínima imperfección en su obra, la destruye”. Al finalizar la escena entran las mujeres a velar el cadáver de Hildegart.
Hildegart, terrores claustrofóbicos
Hildegart, una historia de paranoia y esquizofrenia, que atrajo la atención de Almudena Grandes- La hija de Frankestein, de Fernando Arrabal- La virgen roja- o de Fernán Gómez-Mi hija Hildegart-, por este caso de posesión destructiva de la propia madre, Aurora Rodríguez Carballeira. El genio y la locura que convertirán esa historia en uno de los parricidios que no dejaron de atraer la atención de quienes se acercaron a esa terrorífica historia. Enriqueta Rodríguez Carballeira, sería tratada por el psiquiatra Guillermo Rendueles Olmedo, en una España en la que las opiniones autorizadas, eran las del coronel Vallejo Nájera y J.J. López Ibor. Eduardo de Guzmán, periodista, la entrevistó en su internamiento en Ciempozuelos, y frutó de ello fueron los artículos recopilados en Aurora de sangre.
Hildegart, ballet sinfónico de Juan Durán, obra que con fortuna, algún día subirá a escena, pero que nos llega como un avance, partiendo de una obertura que se abre con una marcha sombría, sobre un motivo de cuatro notas, marcado por clarinetes y una percusión que traza un ritmo obsesivo, apoyado por viola y chelos, continuando brillantes trompas y violines que realzan la tensión trágica.
Un primera escena, Ciempozuelos, Aurora confinada, nos arrastra a una sombría situación entre chelos y contrabajos, mientras ella mece una muñeca de trapo. Canta el clarinete al que responden arpa y trompas. Ese clarinete que crea cierta inquietud hasta que el ambiente se dinamiza en espera del final de escena. Jardín de sabiduría- segunda escena-, movimiento sereno en una atmósfera refinadamente elevada que describe la talla intelectual de Hildegart, sus temores y anhelos. El arpa con el piano y glockenspiel, contribuyen al clima de ensoñación, con un fondo de flautas y corno inglés, enriquecidos por detalles de vibráfono y trompas, con las cuerdas en sordina.
Aclamación de Hildegart- tercera escena-, la protagonista aclamada en los medios sociales del momento, en una sociedad agitada de cambio social. Movimiento coral de talante rítmico, escrito en 8/8, subdividido en tres partes, con sugerentes cambios de acento que acentúan importantes posibilidades. Percusión y pizziccati de las cuerdas, entre fuertes acordes de maderas y las propias cuerdas. La sombra obsesiva de la madre sobre la hija. Pasamos al “Dúo de amor”, un diálogo entre maderas y de estas con la cuerda aguda. Momento lírico iluminado por trompas y arpa, interrumpido por el timbal. Quinta escena, o el Madrid convulso, la Segunda República, la llegada de Hitler al poder y que se abre con la marcha de la Obertura. Resurgirá una marcial llamada de trompetas, mientras el sonido de la orquesta se va desvaneciendo.
Madre e hija- sexta escena-, el enfrentamiento con cuatro golpes de timbal doblado por los chelos, hacia una serie de crescendi del tutti, alternados con acordes cortantes. Vuelve a destacar la percusión reflejo del reproche entre madre e hija, antes de enfrentarnos a las súplicas de Hildegart, descritas por corno inglés, fagot y clarinete bajo. Asesinato- última escena-, Hildegart sola y sin consuelo, se retira. La percusión en registro grave, para que se incorporen las cuerdas, anuncio de la entrada de Aurora, en un aumento de la tensión, descrita por violines, y clarinetes, a los que se añaden metales y el resto de las maderas, en un tutti, de dramatismo angustioso. Las cuerdas con rápidos arpegios, desembocan en una larga nota llena de tensión. La consumación del crimen. Palabras del autor para la entrada de cada escena, de esta pieza de temple expresionista y con resabios de Prokofiev o Shostakovich.
Ramón García Balado, Ritmo
Bailando
La Real Filharmonía de Galicia ha inaugurado su temporada 2021-22 con la música escrita para dos ballets. El mejor resumen que se podría hacer es decir que el estreno absoluto de Hildegart, de Juan Durán compitió más que meritoriamente con la muy popular obra del autor ruso. Lo que podría haber sido un peligro por agravio comparativo se convirtió, gracias a la pericia como programador de Paul Daniel, en una grada de la que la obertura y las siete escenas de Hildegart fueron escalones hacia el éxito de la nueva obra. Así lo entendió el público del Auditorio de Galicia -que, por cierto, colmó el aforo del 75 % permitido por las restricciones- premiando el estreno con una gran ovación y haciendo salir a saludar a autor y director en varias ocasiones.
Hildegart se basa en la vida de Hildegart Rodríguez Carballeira (Madrid, 1914-1933), concebida y formada por su madre, Aurora Rodríguez Carballeira, para «redimir a las mujeres de su situación, llevar a España a un nuevo orden social y erigirse como salvadora de la Humanidad». Nada menos. Hildegart fue sometida por Aurora a una drástica formación con espectaculares y precocísimos logros, pero al llegar a la juventud, sus deseos de libertad e independencia chocaron con los planes de Aurora. Temiendo esta perder el dominio absoluto sobre su hija, la asesinó cuando apenas había cumplido 18 años. Fue condenada a 30 años de reclusión mayor y, diagnosticada de esquizofrenia paranoide, acabó sus días en el psiquiátrico de Ciempozuelos (Madrid) en 1956.
La obertura, una oscura marcha basada en un motivo de cuatro notas apoyado por una dura percusión, evoca eficazmente la inquietud social vivida tanto en España como en Europa en 1933 y el temor por el futuro tras el ascenso de Hitler al poder. La cita por la trompeta de seis notas del himno A las barricadas (La varsoviana) añade contexto tanto ideológico como cronológico.
La primera escena muestra a Aurora recluida en Ciempozuelos, con un marcado contraste entre un cierto adormecimiento de Aurora y la para ella irritante presencia de las monjas guardianas y otras enfermas. La segunda transcurre en 1933, con Hildegart recluida en su habitación. Una delicada atmósfera creada por el arpa y apoyada por la cuerda refleja su talla intelectual, sus anhelos y sus temores por los problemas con su madre. La tercera escena, Aclamación de Hildegart, muestra su aprecio por parte de los círculos intelectuales y políticos. Es un movimiento muy coral, de fuerte carácter rítmico con sugerentes cambios de acento que abren grandes posibilidades para que el movimiento de grupos refleje las distintas corrientes sociales.
La cuarta escena, Dúo de amor (entre Hildegart y Abel, el joven de quien se enamoró), cambia el ambiente por su carácter marcadamente lírico. Hay un duro contraste cuando la pasión contenida del dúo es interrumpida por Aurora y su dureza, dramáticamente subrayada por la percusión (ese tam-tam, herido por glissandi ejecutados con una varilla metálica es todo un hallazgo). La quinta escena, Madrid 1933, es muy coral: vuelve la marcha inicial y ritmo, timbre y armonía agitan el ambiente. Pero el sonido de la orquesta va perdiendo presencia gradualmente ante una voz creciente: la de Hitler en su discurso del Congreso del Partido Nacional Socialista de 1934 en Núremberg, que acaba cerrando la escena en solitario.
Las dos últimas escenas representan el deterioro final de las relaciones entre madre e hija. Las acusaciones de Aurora se escuchan en sucesivos de crescendi del tutti alternados con acordes restallantes como latigazos. Las súplicas de Hildegart se hicieron música en solos de corno inglés, fagot y clarinete bajo soberbiamente interpretados por los músicos de la RFG. Luego, se queda sola musitando su súplica. Ya en la última escena llegamos a la mañana siguiente, cuando es asesinada por Aurora. La obra acaba en un grave silencio después de que primer clarinete, trompas y trombones exhalen notas breves y apagadas.
Todas las secciones y solistas de la Real Filharmonía se volcaron en la interpretación de Hildegart y Paul Daniel hizo una gran lectura de esta obra que, como bien definió el titular de la RFG en el coloquio previo al concierto, “es una música práctica”. Y lo es por su planteamiento escénico y porque provoca toda una serie de sugerencias visuales dinámicas, estáticas, individuales y de conjunto. Esta historia y esta música están pidiendo a gritos tablas, decorado y movimiento; es decir, escena; o sea, danza. Ojalá podamos escucharla pronto interpretada desde el foso, con una compañía de ballet sobre el escenario, «rebajada» a la categoría de música incidental.
Codalario, Julián Carrillo
Buenas costumbres
Inauguración de la temporada de la Real Filharmonía de Galicia, y recuperación de casi todas las buenas costumbres de antaño: a estas alturas prefiero no saber el aforo que las autoridades permiten para este tipo de espectáculos, aunque sí puedo decir que la sala del Auditorio estaba ocupada en casi tres cuartos de su capacidad; los abonados hemos sido rehabilitados en nuestro título y localidad; cada oveja puede sentarse al lado de su pareja y cuchichearle al oído sin descoyuntarse; y felizmente –para los analógicos numantinos como un servidor- han vuelto los programas de mano que se pueden coger con la mano.
Tras la bienvenida de Paul Daniel, proclamando que la música nueva está en el corazón de la Real Filharmonía, había que predicar con el ejemplo: estreno de Hildegart, ballet del compositor Juan Durán (Vigo, 1960). El argumento ya fue publicado en Mundoclasico.com, así que no me extenderé: se trata de la historia de Hildegart Rodríguez Carballeira (Madrid, 1914-1933), una muchacha hija de Aurora, una ferrolana deliberadamente soltera y de un sacerdote (quien por su condición nunca podría reclamar la paternidad), educada por su madre para descollar en la reivindicación de los derechos de la mujer; la madre tuvo tal éxito en su empresa que un buen día Hildegart quiso hacer uso de su propia libertad y se enamoró de un hombre; Aurora la asesinó a balazos mientras dormía, y seguidamente se entregó a la justicia, terminando sus días en un manicomio de Ciempozuelos.
De la misma manera que quien quiera escribir óperas hoy debe fijarse en lo que hicieron Strauss, Britten y Janáček, el autor que pretenda hacer un ballet ha de tener en cuenta a Shostakovich, Prokofiev y Ravel. Durán no sólo ha aprendido sus enseñanzas con aprovechamiento, sino que las ha aplicado a su ya consolidada forma de componer. Las piezas que he escuchado de este autor –también Hildegart- revelan a un orquestador que conoce los entresijos de la orquesta, que nunca va más allá de lo que es físicamente posible, y que presenta el resultado con gran transparencia: el espectador ve los instrumentos que tocan en cada momento y el oyente percibe el sonido de todos y cada uno de ellos. Además, siendo la obra un encargo de la Real Filharmonía, Durán –habida cuenta de su plantilla- ha sido inteligente al emplear como refuerzo armónico un piano y un arpa.
Durán se expresa con un lenguaje que, siendo prácticamente tonal, sigue sonando moderno. Como se trata de un ballet, en la obra domina el elemento rítmico –casi siempre uniforme en cada escena-, facilitando la labor de un eventual coreógrafo; y, dada la truculencia de la trama, ese elemento rítmico –encargado a cuatro percusionistas pluriempleados en una gran variedad de instrumentos- resulta contundente, incluso en la breve escena de amor entre Hildegart y su novio. Con razón Daniel y la Real Filharmonía se sintieron cómodos tocando esta música tan visual; y con razón el público ovacionó al autor, presente en el escenario todo el rato (fueron tres cuartos de hora cumplidos) para leer el argumento antes de cada uno de los siete números de la pieza.
Mundoclasico, Alfredo López-Vivié Palencia
Obra encargo de la RFG - Xacobeo 21
Código de obra SGAE: 16.037.090 Código de ISWC: T2102506533 |