La Real Filharmonía de Galicia ha inaugurado su temporada 2021-22 con la música escrita para dos ballets. El mejor resumen que se podría hacer es decir que el estreno absoluto de Hildegart, de Juan Durán compitió más que meritoriamente con la muy popular obra del autor ruso. Lo que podría haber sido un peligro por agravio comparativo se convirtió, gracias a la pericia como programador de Paul Daniel, en una grada de la que la obertura y las siete escenas de Hildegart fueron escalones hacia el éxito de la nueva obra. Así lo entendió el público del Auditorio de Galicia -que, por cierto, colmó el aforo del 75 % permitido por las restricciones- premiando el estreno con una gran ovación y haciendo salir a saludar a autor y director en varias ocasiones.
Hildegart se basa en la vida de Hildegart Rodríguez Carballeira (Madrid, 1914-1933), concebida y formada por su madre, Aurora Rodríguez Carballeira, para «redimir a las mujeres de su situación, llevar a España a un nuevo orden social y erigirse como salvadora de la Humanidad». Nada menos. Hildegart fue sometida por Aurora a una drástica formación con espectaculares y precocísimos logros, pero al llegar a la juventud, sus deseos de libertad e independencia chocaron con los planes de Aurora. Temiendo esta perder el dominio absoluto sobre su hija, la asesinó cuando apenas había cumplido 18 años. Fue condenada a 30 años de reclusión mayor y, diagnosticada de esquizofrenia paranoide, acabó sus días en el psiquiátrico de Ciempozuelos (Madrid) en 1956.
La obertura, una oscura marcha basada en un motivo de cuatro notas apoyado por una dura percusión, evoca eficazmente la inquietud social vivida tanto en España como en Europa en 1933 y el temor por el futuro tras el ascenso de Hitler al poder. La cita por la trompeta de seis notas del himno A las barricadas (La varsoviana) añade contexto tanto ideológico como cronológico.
La primera escena muestra a Aurora recluida en Ciempozuelos, con un marcado contraste entre un cierto adormecimiento de Aurora y la para ella irritante presencia de las monjas guardianas y otras enfermas. La segunda transcurre en 1933, con Hildegart recluida en su habitación. Una delicada atmósfera creada por el arpa y apoyada por la cuerda refleja su talla intelectual, sus anhelos y sus temores por los problemas con su madre. La tercera escena, Aclamación de Hildegart, muestra su aprecio por parte de los círculos intelectuales y políticos. Es un movimiento muy coral, de fuerte carácter rítmico con sugerentes cambios de acento que abren grandes posibilidades para que el movimiento de grupos refleje las distintas corrientes sociales.
La cuarta escena, Dúo de amor (entre Hildegart y Abel, el joven de quien se enamoró), cambia el ambiente por su carácter marcadamente lírico. Hay un duro contraste cuando la pasión contenida del dúo es interrumpida por Aurora y su dureza, dramáticamente subrayada por la percusión (ese tam-tam, herido por glissandi ejecutados con una varilla metálica es todo un hallazgo). La quinta escena, Madrid 1933, es muy coral: vuelve la marcha inicial y ritmo, timbre y armonía agitan el ambiente. Pero el sonido de la orquesta va perdiendo presencia gradualmente ante una voz creciente: la de Hitler en su discurso del Congreso del Partido Nacional Socialista de 1934 en Núremberg, que acaba cerrando la escena en solitario.
Las dos últimas escenas representan el deterioro final de las relaciones entre madre e hija. Las acusaciones de Aurora se escuchan en sucesivos de crescendi del tutti alternados con acordes restallantes como latigazos. Las súplicas de Hildegart se hicieron música en solos de corno inglés, fagot y clarinete bajo soberbiamente interpretados por los músicos de la RFG. Luego, se queda sola musitando su súplica. Ya en la última escena llegamos a la mañana siguiente, cuando es asesinada por Aurora. La obra acaba en un grave silencio después de que primer clarinete, trompas y trombones exhalen notas breves y apagadas.
Todas las secciones y solistas de la Real Filharmonía se volcaron en la interpretación de Hildegart y Paul Daniel hizo una gran lectura de esta obra que, como bien definió el titular de la RFG en el coloquio previo al concierto, “es una música práctica”. Y lo es por su planteamiento escénico y porque provoca toda una serie de sugerencias visuales dinámicas, estáticas, individuales y de conjunto. Esta historia y esta música están pidiendo a gritos tablas, decorado y movimiento; es decir, escena; o sea, danza. Ojalá podamos escucharla pronto interpretada desde el foso, con una compañía de ballet sobre el escenario, «rebajada» a la categoría de música incidental.