Javier Franco, Coro de la Sinfónica de Galicia, Orquesta Sinfónica de Galicia, Víctor Pablo Pérez
Para entender el númen que impulsa la creación de la cantata Terra, con la que Juan Durán (Vigo, 1960) contribuye certeramente a la celebración de hoy, hay que remitirse necesariamente al sentido que esta palabra cobró para la intelectualidad galleguista de los años de 1920, de las Irmandades da Fala y de la Xeración Nós; y muy especialmente, para uno de sus más destacados protagonistas: Ramón Cabanillas Enríquez (Cambados, 1876-1959), el “Poeta da Raza” cuyos textos proporcionan a Durán, guía y aliento a lo largo de toda la obra. La tierra, como espacio y paisaje, referente ineludible en la literatura de Rosalía de Castro, es en Cabanillas y en su generación además, fundamento material y espiritual de la identidad cultural de Galicia: fuente nutricia de tradición y energía transformadora y, al mismo tiempo, garantía de permanencia, en el proceloso devenir histórico que haya de conducir a la realización última de un ideal que aunaba tan dispares voluntades, como las de aquellos comensales del banquete citado.
Durán parte de textos de Cabanillas que corresponden a su etapa más militante y reivindicativa, los poemarios “No desterro”, “Vento mareiro” y “Da terra asoballada”; una poesía civil y social no exenta de lirismo. Son versos en los que la lucha por la liberación espiritual -y política- de Galicia, convive con la expresión de un misticismo desasosegado, una saudade profunda que Cabanillas desarrollará especialmente a partir de finales de la década de 1920 y hacia sus obras postreras. Pero el compositor no se ha limitado a la yuxtaposición de los poemas, a modo de un “programa” que pueda ser seguido con el dedo por el oyente. No. Al igual que hiciera J. S. Bach en los textos tomados para algunas de sus cantatas, Durán ha entrado en la poesía de Cabanillas más allá de los versos originales; con una creatividad libérrima, los ha combinado y reordenado, llegando ocasionalmente a suprimirlos o ampliarlos, dentro de un mismo poema o entre diferentes obras, asimilando su sentido y expresión, trascendiéndolos, para fundirlos completamente con la poética propia de la música. Debo decir que mi experiencia ante este tratamiento ha ido de la curiosidad inicial a la perplejidad; y, finalmente, al asombro, ante un ejercicio de libertad creativa que solo puede resolverse con éxito, desde una madurez y seguridad plenamente consolidadas y acreditadas en esta obra.
Terra, es una obra ambiciosa y compleja que, como primicia, vale la pena desgranar, sabiendo de antemano que todo lo que se diga será poco y que la última palabra, corresponde siempre a la música. Irrumpe el Canto I en Do mayor, presentando lo que ha de ser la célula generatriz: un motivo en intervalo de segunda descendente, que por su concisión se presta a ingeniosas elaboraciones a lo largo de toda la obra. “Camiño longo”, el primer poema, se inicia en la cuerda de bajos, en un contexto misterioso y ambiguo entre Fa mayor y Re menor; camino incierto que se va aclarando progresivamente al término de la sección, pasando el canto a los violines en Fa mayor. La segunda sección de este Canto I toma el texto de “Galicia nai e señora” en La mayor y con tempo más animado, para volver de nuevo al texto inicial. Completando un plan tripartito reexpositivo -recurso muy presente en la articulación de los tres Cantos-, Durán añade como una glosa al texto de “Camiño longo”, una sección sobre el poema “A rosa que sangra”, una reflexión sobre la vida, su fugacidad y los vaivenes de la fortuna, expresados en los colores de las rosas, desde las blancas de la primera inocencia a las rojas de la plenitud; el texto es introducido por el barítono solista sobre una ampliación de la célula generatriz en Sol M, tonalidad que regirá hasta el final del movimiento. Sigue luego un fragmento del poema “Alén” presentado por las voces graves del coro, que se intercala en el de “A Rosa…”. A modo de coda para este Canto I, Durán toma dos poemas nuevos: primero, “En pé” que es presentado por el barítono solista con un impetuoso salto de sexta ascendente -figura retórica de anábasis-; y como final, sobre un largo pedal -Sol-, el texto del poema “Vía crucis” del que se toman versos libremente, para concluir con un enigmático interrogante “¿Son chegados os tempos?”.
El Canto II, se inicia con un tributo a la tradición oral del país: el inconfundible ritmo de muiñeira en la pandereta y un conocido tema popular ampliamente utilizado en la literatura de la rapsodia gallega para banda de música de preguerra (Follas Novas de Luís Brage, Festa na Tolda de Gustavo Freire…); si bien Durán lo personaliza al alterarlo cromáticamente con el efecto picante del tritono y combinarlo con una fanfarria festiva en los metales. Sigue el texto del poema “Terra de Breogán” a coro, sobre armonías sostenidas y con una textura despejada, casi a capella por momentos; con “esperta e érguete axiña”, la sección cobra un aire movido y la instrumentación se hace crecientemente acumulativa, hasta el fortissimo que cierra esta primera sección. La segunda sección comienza con el barítono solo y el texto del poema “Meus irmáns”, en tempo lento y misterioso. Finalmente, la tercera sección, retoma el material de la introducción del Canto I y el texto de “Terra de Breogán” dejando para los últimos versos, “libertade á nobre e sagra/ terra de Breogán”, un rotundo crescendo conclusivo.
El Canto III se abre con una onomatopeya que evoca las campanas a que se refiere el texto: “Campana choca” (del poemario No desterro) seguido de un poema tomado de los últimos años de Cabanillas: “A peste, a fame e a guerra …”, en Da miña zanfona (1954), un poemario meditativo, por veces melancólico, nostálgico y profundamente moralizante. Y aunque separan estos dos poemas más de cuatro décadas, tocan a la postre la misma cuerda: el final cierto que nos aguarda y la soledad del camposanto, evocada en el arpegio ascendente del arpa. Sigue una segunda sección en tempo animado (La mayor) que combina los poemas “En pé”, a cargo del barítono solo, tratado en el estilo melódico del alalá y “Sobredo”; dos textos que comparten un mismo contenido y espíritu, épico y combativo. La tercera sección de este Canto III funciona como una especie de recapitulación a gran escala de melodías y texturas ya presentadas anteriormente. Así, el tema que había sido empleado en el Canto I para “A rosa que sangra”, se aplica aquí a “Alén”, cuyo texto (“Roseira que o trebón deixou espida”) remite al mismo tópico; los últimos compases retoman los tresillos del inicio de la obra en las maderas agudas sobre el trémolo en violines y violas y con el tema de apertura de las trompas, empleando una nueva figura retórica, la epanadiplosis: terminar, como se ha comenzado. En un crescendo que lo es a la vez poético y musical, los versos de los diferentes poemas se van combinando y “estrechando” como entradas de la sección final de una fuga de tensión creciente, hasta desembocar en un coro en estilo grandioso, de valores largos, sobre la palabra “Alén”; evocación de un final, de un ideal, que nunca se alcanza; mas hacia el que confiada e imperativamente: “¡En pé!,¡Adiante!, ¡Alén!”, hay que avanzar.
A mi modo de ver, Terra continúa y ahonda en la línea trazada por Durán en otras cantatas anteriores como Caderno de Bitácora de Valentín Paz Andrade, con la utilización de una técnica constructiva basada en la recurrencia motívica; Troula, para coro y orquesta, en los ritmos ágiles y el efecto espectacular de la instrumentación; o más aún en Cantiga Finisterrae para múltiples voces de luz, en el tono épico y la ambiciosa intencionalidad descriptiva. Porque Terra es ciertamente, por la riqueza de los recursos empleados y por sus instrumentaciones minuciosas a la par que diversas, como un lienzo; o mejor aún diría, por su trazo ágil y certero y su exhaustividad expresiva, un amplio fresco repartido en Cantos a la manera de una Divina Comedia en música, por donde transitan los sentimientos, los paisajes y la historia de una país que es real y es a la vez imaginado por todos los que lo sueñan.
Luis Costa, programa de mano
Obra encargo del Consello da Cultura Galega en el 40 aniversario