La Orquesta Sinfónica de Galicia ha celebrado este viernes el primero de los dos conciertos de abono en los que habrá sido su anterior director musical, Víctor Pablo Pérez. En ellos se ha estrenado Troula, obra de Juan Durán en la que han actuado, juntos por primera vez, la Orquesta de Niños, Los Niños Cantores, el Coro de la OSG, el Coro Joven y la propia Orquesta Sinfónica de Galicia. Un total de más de doscientos músicos pertenecientes a conjuntos nacidos del gran proyecto englobador de la OSG, que en mayo cumplirá las bodas de plata con su ciudad.
Lo primero que cabe destacar es precisamente cómo lo que para algunos empezó como la locura de un par de políticos se ha convertido en estos veinticinco años en parte sustancial, irrenunciable, de A Coruña. Y cómo el plantón, aquellos setenta y tantos primeros músicos reclutados por en medio mundo, se ha convertido en un recio árbol al que le han nacido, frondosas ramas autóctonas que cada ensayo, cada concierto, cada temporada crecen en frondosidad y nuevos frutos.
En mayo se cumplirá cronológicamente el aniversario. Pero es tanto lo que hay que celebrar que quienes dirigen la Sinfónica han hecho muy bien en repartir la celebración a lo largo de la temporada. Los conciertos de este fin de semana han reunido a los conjuntos arriba mencionados con quien fue el principal forjador de esta orquesta, Víctor Pablo Pérez.
Fue este quien, antes de finalizar su contrato como titular, encargó a Juan Durán una obra expresamente concebida para la celebración de la efeméride. En ella habrían de participar los conjuntos infantiles integrados con la orquesta profesional y todos los coros de la casa. El gran oficio como compositor de Juan Durán y su vinculación con la OSG hacía de él compositor adecuado para este encargo de celebración festiva.
Se trataba de hacer una obra que ayudara a lograr –y también, casi más a hacer visible- lo que ya es más que una fuerte implantación. La comunión de esta orquesta con su comunidad al cabo de estos años. Troula cumple todos los requisitos para la ocasión y lo hace de manera brillante: la integración de los chavales –tanto instrumentistas como cantantes- se produce de forma muy natural por la bien medida gradación de dificultades entre su parte y las de “los mayores” y la selección de los temas empleados estimula la emotividad del auditorio.
Además, el tratamiento de los ritmos, muy característico del autor, su espectacular orquestación –en la que no falta una abundante percusión- y su final en crescendo la hacen muy atractiva para el público. Dos detalles como prueba de lo dicho: que los aplausos se anticiparan el viernes a este final y que autor y que directores de los conjuntos tuvieron que salir a saludar repetidamente para recibir los encendidos aplausos del público.